El quinto aniversario del Festival Forte daba comienzo en la vila lusa de Montemor O’Velho, en el distrito de Coimbra y con él, todas las ilusiones hacinadas durante los meses de espera cobraban ya no solo vida, sino sentido contemplando la imponente muralla, la cual conforma una fortificación de más de mil años de antigüedad. La principal fortaleza del Baixo Mondego en la época medieval volvió a cobrar vida al ritmo de las 5.000 personas que acudieron para hacerla vibrar. Sólo la entrada al festival ya era espectacular, la palabra ‘FORTE’ coronaba la muralla de la entrada principal, por lo que ya a lo lejos, en la carretera, se podía sentir el hormigueo de estar cada vez más cerca. Nosotros decidimos alojarnos en una casa cerca de la provincia de Figueira da Foz, a unos 20 minutos del punto neurálgico del techno portugués aquel fin de semana. Esto tenía tanto sus ventajas como sus inconvenientes. Uno de ellos, el hecho de tener que depender del transporte privado para llegar al recinto. Lo cual hizo que nos perdiésemos alguna que otra actuación.

Tras pasar el arco de la entrada, la sensación ya era la de estar adentrándose en otra realidad, en otra época. Cada paso te permitía escuchar la música un poco más fuerte y tu cuerpo era férreo conocedor del porqué estaba allí. La iglesia católica que se encuentra en su interior estaba aderezada con luces que mutaban de color y se fundían como parte del decorado, una prueba más de la mezcolanza de culturas que han habitado esas tierras. Sin necesidad de mucha más parafernalia, el Castelo poseía todo el encanto del que previamente habíamos oído hablar.

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